NUNCA MÁS
Uno de los objetivos centrales del sistema
educativo es la construcción de una ciudadanía democrática, que
reivindique la memoria y los derechos humanos pues “un pueblo que no conoce su
historia está condenado a repetirla”.
En el marco de la construcción de ciudadanía
como estrategia de enseñanza, nuestra comunidad educativa apelo al
ejercicio de la memoria colectiva sobre el periodo más
siniestro de nuestra historia nacional: la última dictadura
cívico-militar, que entre 1976 y 1978 aplico un genocidio. Es decir, una
solución final análoga a la de la Alemania nazi de Hitler,
como confeso el capitán de Corbeta Adolfo Scilingo en 1995
en una entrevista para la televisión española. Esa fue la primera ruptura total
del pacto de silencio entre militares del proceso.
A 47 años de aquel golpe, censura, horror, miseria
planificada, calamidades, vuelos de la muerte y represión son
algunas de las tantas palabras que configuran nuestros pensamientos,
sensaciones y sentimientos sobre ese periodo. Nuestra verdad histórica
coincide con la verdad jurídica. Los tribunales argentinos han logrado condenar
a los ideólogos y ejecutores de una maquinaria de disciplinamiento
feroz que no solo desapareció a miles de personas y montó más 500
centros de detención y muerte que a lo largo y ancho de nuestra
geografía. También la dictadura ejecutó la censura y el control de los
medios de comunicación, el secuestro de escritores,
escritoras, editores y editoras, y de libros –en bibliotecas,
librerías y casas particulares–, e incluso la destrucción (quema) de los
mismos. Según Massera, las palabras son “infieles”: “Las únicas palabras
seguras son las nuestras”.
A continuación, estudiantes de 5to año leerán fragmentos de la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar de Rodolgo Walsh. El 24 de marzo de 1977 el autor terminó ese texto elaborado tras una larga investigación. Una acusación implacable al régimen que puso el terror político y social al servicio del saqueo económico. Sabía que los tiempos eran muy difíciles. Pero sabía mucho más que estaba obligado a dar testimonio, a publicar toda la información que había acumulado en ese año de dictadura sangrienta. Y no temió. Y ensobró copias de la Carta Abierta a la Junta Militar que repartieron con su compañera Lilia Ferreyra entre periodistas, medios y agencias de noticias. Es historia conocida que, pese a estar comprobada la recepción de la Carta, ninguno de esos medios publicó siquiera fragmentos del texto, ni ese día ni durante años.
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